Es oficial:
el gobierno argentino entró en pánico por lo que ya luce como una corrida
cambiaria con todas las letras. Y, tras abandonar los gestos despreocupados y
las declaraciones sobre las bondades de la libre flotación del tipo de cambio,
salió a desplegar artillería pesada.
Y es que de
pronto se prendieron todas las luces de alarma. Los sucesivos cambios de estrategia
no lograban contener la suba del dólar, que ya pisaba firme en el terreno de
los 16 pesos argentinos, y para colmo se incurría en un sacrificio de reservas
con un resultado no muy satisfactorio.
Asimismo,
empezaron a correr con insistencia versiones sobre desavenencias entre el
presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, y el ministro de Hacienda,
Alfonso Prat Gay.
Y, como saben
todos los veteranos del mercado, una vez que esos rumores se instalan, ya deja
de ser importante si la noticia es verdadera o no, sino cómo impacta sobre las
expectativas de un mercado que, hasta ahora, percibía al equipo económico como
un grupo homogéneo y con solidez profesional.
Pero la
sucesión de medidas confusas y cierta sensación de improvisación empezaron a
esmerilar la credibilidad del equipo. A punto tal que las críticas empezaron a
llegar desde todos los ángulos: desde los ex funcionarios K hasta los ortodoxos
partidarios del shock, pasando por todas las gamas de los gradualistas.
De manera que
Sturzenegger decidió jugar fuerte. Había empezado a intervenir con sumas
relativamente pequeñas, pero el resultado era que "quemaba" reservas
sin que la cotización del dólar detuviera su presión alcista.
Luego empezó
a hacer ofertas grandes de US$ 500 millones, en un intento por mostrar
autoridad y decisión a bajar el tipo de cambio como fuera. Pero tampoco
alcanzó.
Es así que,
cuando ya el dólar minorista había tocado el precio récord de $ 16,10
argentinos, decidió una abrupta suba de tasas de interés, que treparon desde
30% a 37%.
Por fin, los
últimos tres días de la semana pudo festejar una victoria, al hacer retroceder
al dólar y estabilizarlo en torno de $ 15,60 agentinos.
Pero claro,
es un festejo agridulce, porque el sacrificio de reservas ya lleva US$ 750
millones, como se encargó de recordar el ex ministro Axel Kicillof, que no
desperdició la oportunidad para la chicana política.
La hora de
las críticas
Queda por
verse en los próximos días si el Banco Central logró disciplinar definitivamente
al mercado y habrá logrado paz cambiaria hasta que llegue el ansiado ingreso de
dólares proveniente de la exportación de soja más la llegada de capitales
externos.
O si, por el
contrario, lo que se está viendo en estas horas es apenas una tregua y ese
clima "ochentoso" de un mercado que desconfía de la voluntad
gubernamental por atacar el déficit fiscal se vuelve a hacer sentir en una
carrera cambiaria.
Lo cierto es
que, pese a haber estabilizado la situación, el gobierno está pagando un costo
político en términos de imagen. Hoy parecen lejanísimos aquellos días en que
Sturzenegger hacía gala de su gusto liberal por la flotación y defendía la
abstinencia del Banco Central.
Su credo
rezaba que el único tema del que se tenía que ocupar alguien en su cargo era
una política monetaria antiinflacionaria, pero que el precio del dólar lo tenía
sin cuidado. Algo bastante contrastante con su actitud de los últimos días,
cuando intervino fuerte.
Tampoco quedó
bien parado Prat Gay, quien en sus primeros días como ministro, todavía bajo el
efecto eufórico del levantamiento del cepo, había festejado cómo el dólar había
caído desde $ 15 hasta casi $ 13 argentinos.
La opinión
mayoritaria del mercado era que el gobierno corría el riesgo de haber
"quedado corto" con la devaluación y que con esa cifra no se
corregían los problemas de competitividad, pero el funcionario no dudaba
respecto de cuál era la interpretación que había que hacer: el gobierno
generaba una confianza que hacía que la demanda por dólares se deprimiera.
La situación
hoy no solo desmintió esa calma, sino que aparecen todo el tiempo elementos que
apuntan en el sentido opuesto: hay críticas tanto a temas de fondo como a las
estrategias de intervención diaria en el mercado.
Para Javier
González Fraga, a quien le tocó lidiar con el mercado poshiperinflacionario de
1990, Sturzenegger tiene la culpa de haber permitido esta situación, por una
política errática y "falta de coraje". "Yo no hubiera ofrecido
US$ 500 millones sino US$ 1.000 millones", dijo el economista, quien
recordó que en su momento no dudó en vender la mitad de las reservas con tal de
disciplinar al mercado. "Fue un error dejar subir el dólar de a unos
centavos por día, el Central tendría que haber generado intervenciones esporádicas.
Vos tenés que hacerles perder dinero a los especuladores porque los hacés más
racionales, saben que pueden perder", argumentó González Fraga.
El camino del
"ensayo y el error"
En
definitiva, por más que pueda haber domado a la fiera momentáneamente, lo que
el equipo económico no logrará borrar es cierta imagen de improvisación, acaso
por la excesiva confianza demostrada en los primeros días. Situaciones tales
como haber dejado caer la tasa desde el 38% hasta 29% para luego impulsar una
suba abrupta son percibidas por los analistas como el reconocimiento tácito de
que hubo reacciones del mercado que tomaron por sorpresa a los funcionarios.
"En medio de todo este dilema para el Banco Central, el organismo está
haciendo prueba y error para poder dar un dato más certero de cuáles son las
reglas de juego", apunta Andrés Azicri, director de la consultora Elypsis.
En tanto,
Aldo Pignanelli, un extitular del Central, castigó sin medias tintas a
Sturzenegger, a quien calificó como inexperto: "No estoy satisfecho con el
Banco Central para nada. Sturzenegger está demostrado que no tiene experiencia,
que está aislado, que está rodeado por economistas que pertenecen
ideológicamente a los fracasos de la Argentina", fustigó. Y no faltan las
acusaciones sobre falta de comprensión de la realidad. Por caso, Salvador Di
Stefano, consultor financiero de fuerte prédica en la zona agrícola de Santa Fe
y Córdoba, afirma que los funcionarios "son muy profesionales, pero no
saben cómo funciona el mercado, en Capital Federal desconocen lo que sucede en
el mercado agropecuario, y manejaron mal los tiempos". Y explica lo que
considera el error de cálculo: "Decían que en marzo ingresaban los dólares
de la soja, y la soja se cosecha en abril y mayo. Dicen que ingresarán US$
25.000 millones de la cosecha de soja, y solo ingresarán US$ 18.400 millones de
la soja y US$ 3.300 millones del maíz".
Peor todavía,
estima que, como los exportadores ya ingresaron US$ 4.000 millones, la cifra
final que aportará el campo será de US$ 17.000 millones, y no todo será de
corto plazo: de esa cifra solamente US$ 7.000 millones entrarán antes de junio.
Sea cual sea el final, el equipo económico ya está contabilizando varios "goles
en contra". Hoy ya pocos repiten elogios por lo bien manejado que estuvo
el levantamiento del cepo, y en cambio está ocurriendo lo que todo gobierno
quiere evitar: que todo el mundo esté hablando de la suba del dólar.
http://www.elobservador.com.uy/
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