Tendré que ser reiterativo. Lo he escuchado y he leído al pícaro gordito afirmar que quienes hacemos 678 somos ratas, mierda, chorros, mercenarios, forros, gusanos, cerdos, y también que nos cagaría a trompadas. Lo escuché llamarlo “Goebbels” a Diego Gvirtz, “Ramero” a Javier Romero , lo escuché diciendo que en la AFIP la plata se las gastan en putas y en merca. Lo escuché insultando a otra gente con nombre y apellido, lo escuché diciendo en general que en el gobierno son todos unos hijos de puta. Y cada vez que lo veo al pícaro gordito está con su logo identificatorio que es una mano haciendo fuck-you, un insulto. Para que quede claro, lo que él eligió como signo para que lo represente es sencillamente un insulto. Un gesto que en la televisión del país que inventó lo del dedito lo consideran lo suficientemente agresivo como para taparlo –pixelarlo- cuando alguien lo hace. El pícaro gordito no podría utilizar su logo en la teve norteamericana, o lo veríamos siempre borroso.
Ahora el pícaro gordito dice que se puso filosófico. No le alcanzó con sus verdades recontrachequeadas con las cuales denuncia al gobierno y a cualquiera que sea lo suficientemente corrupto como para apoyarlo (porque en su prédica este gobierno es un delito, por lo tanto quien lo apoya es su cómplice). Así es como después de denunciar funcionarios también ensucia a músicos, artistas, intelectuales y periodistas. El pícaro gordito en realidad no denuncia, sino que ejerce la persecución política. Pero bien, ahora dice que se puso filosófico y dice buscar –y tener- La Verdad. Y entonces se ha metido con la intimidad de Flor de la V que no casualmente es una persona que ha expresado su simpatía con el gobierno. El gordito es pícaro, de ninguna manera se hubiera molestado en “develar” ninguna cuestión ontológica sobre cualquiera que comparta su propia postura política. Porque todo lo que él hace está calculado y pensado para que sea un golpe más contra el gobierno. Este último truco –el de ser un pícaro filósofo- generó indignación en varias personas que salieron a defender a la persona atacada pícaramente por el pícaro pensador de Clarín. Una de ellas fue Darío Grandinetti quien recomendó algo así como “dejemos de darle entidad a este pelotudo”. Quizá un buen consejo, aunque uno nunca sabe qué hacer en esos casos. Pero el insultador serial, y más que eso: el tipo que adoptó un insulto como marca que lo identifica, dice que no le gusta que lo insulten y que entonces le va a hacer juicio a Grandinetti mientras lo acusa sordamente de corrupto “espero que la plata que juntó con el Gobierno le sirva para pagar abogados ahora". Es que el gordito es pícaro y no pierde oportunidad de perseguir a nadie. Él es el autor de la idea de que todos los que estamos a favor de lo que él está en contra somos delincuentes, y que en algún momento deberemos pagar por eso. El gordito es malo y persigue. Así mandó a insultar a los hijos de unos camaristas que lo habían hecho enojar. Propuso que los compañeros de escuela de esos pibes los insulten por ser hijos de sus padres y repitió sus apellidos para que las agresiones estuvieran bien dirigidas. Pero el gordito además de malo es huidizo porque después mintió y aseguró que no había mandado a acosar a los chicos. Aunque a él no le guste, hay que saber que el gordito instiga el acoso escolar a menores y después lo niega. Qué pícaro.
Otra de las personas que salió en defensa de la persona atacada fue Estela de Carlotto, a quien el gordito le aconseja no creerse moralmente superior a nadie, y a quien acusa (porque él no pierde oportunidad) de apoyar a Milani quien según el recontrachequeador hizo desaparecer a dos personas. Y esperemos que algún fiscal lo llame pronto para que aporte las pruebas del caso. No debemos olvidar que el señor fuck-you hace justo un año recontrachequó que el Banco Nacional de Datos Genéticos era la nueva víctima del gobierno K que lo iba a intervenir para vaya a saber qué iniquidades. Es que el gordi, además de recomendarle a Estela que no se crea San Martín (sic), dispara sobre todo lo que le huela a kirchnerismo. Y en este caso tiene razón: los esfuerzos por encontrar nuevos nietos secuestrados es pura “culpa” de los K.
Hasta acá, nada muy nuevo bajo el sol para los niños de Clarín. Lo que sí me parece digno de atención es el desafío que hace el pícaro gordito a las leyes, a las normas, a la legalidad vigente. El viejo prestidigitador y digitador, ahora va por su pase a la clandestinidad. Como los organismos oficiales que defienden la dignidad de las personas le exigieron que se retracte de su ofensivo ataque, el pícaro gordito resiste. Aquí algunas de las frases de este payador perseguido: “… lo que el Afsca me quiere obligar a hacer… a pedir disculpas, a hacer un curso contra la discriminación, o a dedicar espacio al tema”. Tres opciones que no parece tan graves para reparar un agravio horrible. Pero, el gordito es pícaro y recontrachequea su recontraconvicción y dice “ustedes no me van a ver diciendo que Flor de la V es mujer, no va a pasar, ¿por qué? Porque no lo es. Es un travesti.” (sic) He aquí una parte de su planteo, que la libertad de expresar la convicción del pícaro está por encima de la ley que protege la integridad de una persona. Y sigue en el centro de su universo diciendo “Si quieren que dedique espacio al tema, lo voy a hacer. (…) Pero sabén que, voy a hacer más evidente la censura. (…) Quieren estar 4 horas en radio Mitre? (…) ¿Quieren este mes entero en radio Mitre?, vengan.” Sí, vengan y conviértanme en vuestra víctima, pide el pícaro gordito. “Hagan clases públicas de kirchnerismo, lo que quieran.” (sic) Sí, haganmé cosas feas! No hay que ser sagaz para ver que todo esto no es más que otra trampa que el pícaro le tiende al gobierno. El monstruoso kirchnerismo lo quiere doblegar, pero el gordito es indomable y no hay ley ni derechos humanos que tuerzan su voluntad libertaria. “Quiero que la gente sepa que me están obligando a eso.” (sic) No lo obliguen a respetar leyes, ni normas, ni derechos de otras personas. ¡Liberen a Jorge! “Así van a quedar más en evidencia ustedes y su autoritarismo. Hagan un decreto y prohíbanme. Flor de la V es un travesti, señores.” (sic) Aúlla el pícaro gordito como un Emile Zola que después del Yo Acuso denuncia con valentía “¡Es un travesti!” (sic) Qué coraje admirable el del pícaro. “Y todo el aparato represivo del Estado no va a hacer que yo diga lo contrario.” (sí, sic) Confirmado: es Emile Zolá denunciando, y es Nelson Mandela luchando contra el apartheid de los que no quieren respetar ninguna ley. Ay, pícaro gordito, qué pícaro eres. Qué valentía y cuánta integridad personal se necesita para señalar quién es un travesti y quién no lo es. Siendo él tan pequeño y desvalido, desde la proa del buque insignia de la pobre corporación que representa a todo el poder corporativo, y a pesar de esa insignificancia ser tan gigante en su entrega para enfrentar él solito y desvalido frente a todo el maligno aparato represor de este Estado que lo censura. Ofrecer su libertad, su alma y su cuerpo para ser censurado, prohibido, acallado. “¡Encarcelád al pícaro gordito!” gritan las hordas kirchneristas blandiendo sus antorchas y sus choripanes. Y en la noche se escucha el salvaje bramido camporista “¡A las mazmorras con el valiente gordito irreductible!”, mientras él no abandona su entereza y con heroísmo los enfrenta con el dedo mayor erguido repitiendo su grito de guerra “¡Es un travesti, bárbaros!”
Pero hay algo en esta historia que no es tan ridículo. Y es el hecho de que así como Clarín puso a funcionar todos los brazos del pulpo para evitar cumplir con la ley, hoy su principal vocero cumple con ese mismo papel –el de víctima de la legalidad del Estado- aunque en este caso sea bajo el disfraz del héroe solitario contra “el sistema opresor”. Y es evidente que aplicarle la ley al pícaro gordito sería convertirlo en una víctima, ya no del aparato represivo del Estado –como él lo llama en un grito desgarrado- sino sencillamente del gobierno. Por eso, como el payaso no puede ser tomado en serio por sus payasadas, es que el pícaro gordito debe seguir siendo libre para hacer todos los días las morisquetas que más diviertan a su público. Los que tenemos que aprender somos nosotros, porque quizá Grandinetti tenga razón.
Por Carlos Barragan
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